El hombre dibujado

la esbilla entintada

Amigos y vecinos: Spiderman, la obligación de ser héroe.

Publicado originalmente en NEVILLEcronica-sentimental-en-azul-y-rojo

*Hay, para mí, tres páginas que son la definición de Spiderman. Las dibujó Steve Ditko en un tebeo titulado The Final Chapter, en el número 33 de The Amazing Spiderman, en 1966. En ellas Spidey está atrapado debajo de una descomunal estructura de metal que se ha derrumbado, el agua chorrea por todos lados y está exhausto. Necesita liberarse para llevarle a su tía un suero que la salve de la muerte pero no puede más. Entonces es cuando de verdad aparece Spiderman, el héroe agonístico: Ditko acerca cada viñeta un poco más, aumentado de manera muy sencilla la tensión épica y el dramatismo de la secuencia hasta culminar en una splash page con el héroe alzándose con aquel peso imposible sobre él.

Esta colección de viñetas es una síntesis moral que muestra como el personaje se rige por la máxima del  “no rendirse nunca”. La fuerza de voluntad de Peter excede con mucho sus superpoderes, y, pese a ellos, lo humaniza. En 1982 Roger Stern al guión y el enérgico John Romita Jr. al dibujo exponían una elegante y enfebrecida ampliación de estas tres páginas de Ditko en ¡Nada detiene al Juggernaut!. Recogían la idea de ese Spiderman enfrentado con una decisión casi fanática y un sentido de la responsabilidad desmesurado algo que, obviamente, le supera; El Jueggernaut, un enemigo de La Patrulla X, mutante también, contaba con una fuerza cinética imparable, pero no cuenta con el objeto inamovible que es la voluntad de Spiderman, roca sólida en su estómago.

Pero ese peso, esa carga, que Ditko le colocaba en 1966 es tanto literal como metafórica, porque la riqueza de esta escena va todavía mucho más allá en la definición del personaje, al cual captura tanto en la superficie como en profundidad. Mientras está atrapado, Spiderman, Peter Parker en realidad, Spiderman siempre es Peter, se tortura con la idea de volver a fallar. De fallarle a su tía May como antes la falló a su tío Ben provocando la muerte de este. La culpa es la segunda gran carga que el héroe debe levantar; y esta pesa más que el hierro y el agua juntos, además no se puede dejar de lado. Jamás.

Así la síntesis es también religiosa, mostrando a Spiderman como a un cristiano lleno de dolor, mucho antes, y probablemente sin conciencia ni reflexión alguna detrás, de que Frank Miller convirtiese a Daredevil en un católico pecador buscando redención en una memorable etapa culminante con la miniserie Born Again.

Que la culpa alimente la carrera de un héroe tampoco tiene nada de particular, pero en Spidey hay una especia de complacencia masoquista en ella, como la hay en Batman con respecto al recuerdo, fetichista, de la muerte de los padres. Un complejo que ha empujado a guionistas y editores a lanzar al personaje al abismo en un invento como el One More Day, donde se revertía con la excusa de la salvación de la longeva Tía May y el auxilio de la magia, toda la evolución y maduración del personaje dejándolo de nuevo soltero y atrapado en una eternidad juvenil de perdedor con encanto.

Gran parte, toda la parte en realidad, de la identificación irracional e instantánea del lector con respecto al personaje de Lee y Ditko. Aún al ritmo ralentizado de los tebeos madurábamos con él. Peter era el tipo común en medio de un panorama comiquero de dioses, mitos, millonarios y científicos de lo imposible; era nuestro tipo, y le ocurría algo increíble que lo convertía en el sueño del inadaptado: superpoderes.

Y aunque la posmodernidad empeñada en rellenar los huecos de la historia haya buscado motivos conspiratorios o atractiva teorías chamánicas la mejor respuesta, la más sencilla y la más bella a la picadura de la araña radioactiva siegue siendo “Por que sí”:

Como inadaptado el recorrido de Spiderman no hubiese sido mucho. De repente guionistas como el propio Lee, el gran Gerry Conway, Roger Stern o JM. De Matteis  o enseñaban el otro lado del superheroismo de clase obrera. Superhéroes con superproblemas era la máxima Marvel de Stan Lee frente al panteón de la DC. Peter Parker los tenía todos, a la vez, en cantidad y en constante renovación. A lo largo de los años la aventuras del personaje han sido un continuo culebronesco, puro Marvel de nuevo, que se enredaba sobre si mismo en un interminable folletín donde el melodrama se imponía a la mínima: emociones puras y directas para lectores puros y directos.

Peter, y con él nosotros, descubría el lado oscuro de su don al tiempo que vivía los problemas del paso a edad adulta. Cuando pasó del instituto a la universidad algo crujió en el universo de los tebeos; los personajes podía crecer, podían cambiar, no eran esfinges inmovilizadas en una eterna iteración. Siempre corto de dinero, explotaba la imagen de Spiderman para un periódico que lo vendía en portada como una amenaza las chicas que amaba como Peter le odiaban cuando iba enmascarado, su tía enfermaba… agobiado por sus responsabilidades llegana a renunciar arrojando su traje a la basura en el legendario El fin de Spiderman. Era 1967 y Peter decía que “Tarde o temprano todo muchacho debe abandonar sus juguetes y convertirse en un hombre”. Pero el abandono no era el signo de madurez, lo era el retorno. Al recuperar el traje Peter asumía que aquello ya no era un juego, se convertía en Spiderman con la determinación de un adulto, no por accidente, sino por propia voluntad.

Años después, en una cúspide dramática Spiderman provocaba la muerte del Capitan Stacy, el padre de su novia Gwen. Una tragedia que solo era el escalón hacia esa paso definitivo a la madurez, como personaje individual y como obra en la historia del tebeo superheroico, que significa la muerte.

No la muerte de un personaje terciario o de alguno de esos villanos y héroes que siempre, de un modo u otro, acaban volviendo. No. La muerte significativa, irrevocable y devastadora de un carácter central como el de la novia de América, Gwen Stacy. Asesinada por el Duende Verde durante la apoteósica dupla, a cargo de Conway y con crispados y vibrantes dibujos de una descomunal Gil Kane, La noche que murió Gwen Stacy/¡El último asalto del Duende!

Ahora, internet mediante, estamos acostumbrados a saber hasta el último detalle de cualquier tebeo mucho antes incluso de su edición, la información es pólvora en polvo que se quema más rápido de los que podemos leer. Por eso hay que imaginar al lector de 1973 con este tebeo en la mano, uno que llevaba el título en la última página y no en la primera. Hay que imaginar la fractura sentimental de esa página donde Spiderman agarra en plena caída a Gwen solo para comprobar que ya está muerta, quedándose con la duda, elegantemente implícita, de si ya lo estaba antes de ser arrojada al vacío pro el Duende Verde o si, demoledor, fue él mismo quien la mató.

De repente aquellos personajes podían morir, morir de verdad y que te impostase, que significase algo. Aquello cambiada el juego, lo hacía mucho más profundo. Spiderman era el héroe falible, Peter Parker podía fracasar. Esa incertidumbre constante convertía cada una de sus aventuras en algo muy distinto porque si Gwen Stacy podía morir, entonces cualquiera podía, incluido Spiderman, que además no había sido capaz de salvarla. Eso si es la pérdida de la inocencia.

Peter Parker sublimaba en cuatricomía y viñetas llenas de discursos en voz alta y globos de pensamiento, la vida agridulce de sus lectores. Nunca estaba por encima, ni era un ideal inalcanzable, sino un tipo al cual podías cruzarte o reconocer por las mañanas al verte en el espejo. Riéndose para disimular, jodido la mayor parte del tiempo, pero con escandalosos golpes de suerte, que siempre podía terminar mal,  en forma de pelirroja irresistible que desde el quicio de una puerta te decía “Afróntalo tigre, te ha tocado el premio gordo”.

La vida de Spiderman, de Peter Parker, como la de sus lectores, continuaba. Las heridas cicatrizaban mejor o pero y siempre quedaba más piel para unas cuantas nuevas. Por eso, cumpliendo 50 años, resulta tan raro ver al personaje, desde hace ya demasiado tiempo, dando vueltas sobre si mismo, regresando atrás y no moviéndose hacia adelante, buscando algo mejor, un reto nuevo que solo de tanto en tanto algún autor inquieto le plantea y algún editor inteligente le permite. Ver a un personaje que ha basado su diferencia en la identificación con sus lectores, en crecer con ellos mostrando las distintas etapas de una vida, congelado en algún limbo temporal, como si estuviese en la sangría entre dos viñetas y su movimiento no fuese no hacía atrás ni hacía adelante, resulta incongruente más allá de la calidad o no de las historias que en esta situación se puedan contar. John Romita decía que cada vez que dibujas a Spiderman de pie en una viñeta es una viñeta desperdiciada. Spiderman lleva mucho tiempo que solo está de pie, esperemos que vuelva a balancearse.* (NEVILLE)

2 comentarios el “Amigos y vecinos: Spiderman, la obligación de ser héroe.

  1. John Space
    11 Sep 2012

    Cómics como el AMS 33 me hacen dudar, cada vez más, sobre si Stan Lee alguna vez escribió una miserable línea en su vida. Lo siento, pero es lo que pienso, y además el propio Lee se lo ha buscado.
    Qué bella esa MJ en cuatricomía (?se llaman así los puntitos famosos?). ?Por qué no serán así las reediciones?
    Por lo demás, buen artículo; aunque a mí me gustaba más Daredevil, que era adulto, no tenía problemas de pasta gansa, ni tías cargantes… Es la suerte de los «B+ listers», supongo.

    • adrián esbilla
      12 Sep 2012

      Los puntitos son producto de la impresión en cuatricomía… y a mi también me encantan. Son genuinos.

      Daredevil, como otros personajes de la segunda fila, tuvo la suerte de que sus autores siempre han tenido manos libres, cosa que con los grandes iconos es más jodido. Eso y que además es un castigador, que ni se sabe cuantos affaires lleva ya el tío.

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